Se trataron diversos temas sobre la cultura tolteca quienes se desarrollaron
en el periodo Posclásico Temprano, en la subarea mesoamericana del Altiplano
Central. Su ciudad era llamada Tollan-Xicocotitlan, capital del estado, que al
castellanizarla derivó en el nombre de Tula.
En esta ciudad prehispánica, una de las más famosas de Mesoamérica, se
asentó entre los siglos X y XII de nuestra era, el principal poder político de la
Cuenca de México y Puebla-Tlaxcala. La influencia de su poder no se limitó a la
región del Centro de México, sino que alcanzó lugares tan distantes como el
actual estado de Zacatecas, la Península de Yucatán, El Salvador o Nicaragua. Las crónicas y códices muestran algunos datos y acontecimientos que dan ejemplo de ello. Entre esas crónicas sirven como ejemplo la de la historia de los mayas de los Altos de Guatemala, en la que los quichés y los cakchiqueles consideran a sus gobernantes descendientes directos de los toltecas, que llegaron a su territorio dirigidos por el gobernante Gukumatz (Serpiente-Emplumada-Quetzalcóatl).
Los códices mixtecos de la dinastía Tilantongo revelan que el famoso rey y conquistador de grandes áreas de Oaxaca que gobernó durante el siglo XI 8 Venado, Garra de Tigre, tuvo el privilegio de viajar a Tula donde fue reconocido como máximo dirigente mixteco.
Tula disponía de amplios sistemas de mercados y distribución de bienes
suntuarios y de consumo, así como extensas redes de intercambio, tributo y
comercio a larga distancia. Se estima que la base del tributo que se obtenía de
la población se recaudaba de un radio más o menos de 20 kilómetros cuadrados,
un área con una potencialidad agrícola suficiente como para sostener a la
población de la ciudad y del área que la circundaba. También la arqueología ha
revelado la existencia de colonias de comerciantes toltecas en sitios tan
dispares como Paquimé en Chihuahua o el centro de El Salvador, los que al
parecer intercambiaban productos foráneos por objetos como navajas, cuchillos y
otras herramientas manufacturados en los talleres de Tula con la obsidiana
verde de Pachuca, en el intercambio comercial con las diferentes regiones
mesoamericanas, como la maya y Centroamérica, a cambio de productos tropicales.
Tampoco podemos descartar entre esas mercancías foráneas algunos productos
perecederos que seguramente serían consumidos por la clase dominante o
privilegiada, como el algodón de zonas cálidas, el cacao de Veracruz, Chiapas y
Guatemala y pieles de animales de las selvas tropicales.
Pero no solo a la clase prominente llegaban las mercancías extranjeras,
para hacerse una idea de lo generalizado del comercio basta con analizar los
restos arqueológicos de casas, barrios, donde habitaba la gente común y en las
que se han encontrado vasijas y cerámicas de Nicoya en Costa Rica y Nicaragua,
fragmentos de vasos policromados de los mayas de Campeche, vasijas de plumbate
del Soconusco, tecali procedente de Puebla, turquesa de Nuevo México o conchas
marinas del Pacífico y la Costa del Golfo.
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