El 15 de marzo del 2014 nos visitaron estudiantes provenientes de Nuevo León.
La mayoría actualmente profesionales en diversas carreras, pero enamorados de
la grandeza prehispanica. El que encabezaba la visita era el arqueólogo Luis Humberto
Carlín Vargas, quien dirige el Proyecto
Cultural León Prehispánico.
Se trataron diversos temas sobre la cultura tolteca quienes se desarrollaron
en el periodo Posclásico Temprano, en la subarea mesoamericana del Altiplano
Central. Su ciudad era llamada Tollan-Xicocotitlan, capital del estado, que al
castellanizarla derivó en el nombre de Tula.
En esta ciudad prehispánica, una de las más famosas de Mesoamérica, se
asentó entre los siglos X y XII de nuestra era, el principal poder político de la
Cuenca de México y Puebla-Tlaxcala. La influencia de su poder no se limitó a la
región del Centro de México, sino que alcanzó lugares tan distantes como el
actual estado de Zacatecas, la Península de Yucatán, El Salvador o Nicaragua.
Las crónicas y códices muestran algunos datos y acontecimientos que dan
ejemplo de ello. Entre esas crónicas sirven como ejemplo la de la historia de
los mayas de los Altos de Guatemala, en la que los quichés y los cakchiqueles
consideran a sus gobernantes descendientes directos de los toltecas, que
llegaron a su territorio dirigidos por el gobernante Gukumatz
(Serpiente-Emplumada-Quetzalcóatl).
Los códices mixtecos de la dinastía Tilantongo revelan que el famoso rey
y conquistador de grandes áreas de Oaxaca que gobernó durante el siglo XI 8
Venado, Garra de Tigre, tuvo el privilegio de viajar a Tula donde fue
reconocido como máximo dirigente mixteco.

Tula disponía de amplios sistemas de mercados y distribución de bienes
suntuarios y de consumo, así como extensas redes de intercambio, tributo y
comercio a larga distancia. Se estima que la base del tributo que se obtenía de
la población se recaudaba de un radio más o menos de 20 kilómetros cuadrados,
un área con una potencialidad agrícola suficiente como para sostener a la
población de la ciudad y del área que la circundaba. También la arqueología ha
revelado la existencia de colonias de comerciantes toltecas en sitios tan
dispares como Paquimé en Chihuahua o el centro de El Salvador, los que al
parecer intercambiaban productos foráneos por objetos como navajas, cuchillos y
otras herramientas manufacturados en los talleres de Tula con la obsidiana
verde de Pachuca, en el intercambio comercial con las diferentes regiones
mesoamericanas, como la maya y Centroamérica, a cambio de productos tropicales.
Tampoco podemos descartar entre esas mercancías foráneas algunos productos
perecederos que seguramente serían consumidos por la clase dominante o
privilegiada, como el algodón de zonas cálidas, el cacao de Veracruz, Chiapas y
Guatemala y pieles de animales de las selvas tropicales.
Pero no solo a la clase prominente llegaban las mercancías extranjeras,
para hacerse una idea de lo generalizado del comercio basta con analizar los
restos arqueológicos de casas, barrios, donde habitaba la gente común y en las
que se han encontrado vasijas y cerámicas de Nicoya en Costa Rica y Nicaragua,
fragmentos de vasos policromados de los mayas de Campeche, vasijas de plumbate
del Soconusco, tecali procedente de Puebla, turquesa de Nuevo México o conchas
marinas del Pacífico y la Costa del Golfo.
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