martes, 4 de abril de 2017

La Bitácora del Viajero: Bocamina San Ramón, Guanajuato, Guanajuato.




A un costado del templo de San Cayetano en Valenciana encontramos la Bocamina de San Ramón, de la que se dice, fue el lugar donde se descubrió la veta madre, en el año de 1548. Aquí se encontraba el tiro de San Ramón, que fue vendido a los herederos del Conde de Valenciana y a los Otero, quienes reconstruyeron el lugar con grandes muros y profundizaron el tiro mencionado. A partir de 1825 la mina paso a la compañía Anglo-Mexican Company Limited.


Hoy es un museo temático que nos habla de la historia de la mina y de un personaje que es Antonio Obregón y Alcocer.  Se dice que una vez que se concluyó la conquista, los conquistadores y quienes les siguieron se transformaron en gambusinos en la búsqueda de vetas de mineral de oro y plata. 

Durante su búsqueda, los conquistadores se transformaron en colonizadores. En la obra de Don Fulgencio Vargas, en su “Historia sobre el mineral de Valenciana” refiere que Guanajuato es un: “sitio despoblado de sierra espesa” que había sido habitado por tribus otomíes antes de la conquista que llamaban Cuanexhuato, que significa cerro de la rana o cerro de ranas, en referencia a unas piedras que con esa forma existen cerca de la que hoy es la ciudad de Guanajuato[1].

De acuerdo con Don Francisco Fernández del Castillo en Algunos documentos nuevos sobre Don Bartolomé de Medina refiere que en 1548 “los arrieros de una de estas expediciones al hacer alto no lejos del cerro del cubilete y con el objeto de tomar allí un descanso y alimentarse, que encendieron lumbre y alrededor de ella colocaron unas piedras, al poco tiempo vieron que parte de las piedras se habían fundido y que contenían bastante plata de  no despreciable ley”. El jefe de estos arrieros era Juan de Rayas, quien ante el descubrimiento, optó por quedarse en el lugar e iniciar excavaciones encontrando pronto una veta argentífera a la que en 1550 dio el nombre de San Juan de Rayas.

No sea dudado que desde 1548, se descubren minerales en  Guanajuato, originando una fiebre de oro y plata. Guanajuato comienza a ser un poblado de mineros que lleva abrir nuevas minas después de  1558. En 1619 se le concede el rango de villa, en 1658, cien años después del descubrimiento referido, la población es designada con el nombre de Santa Fe de Guanajuato y en 1741 se le concede el título de ciudad.
Don Antonio de Obregón y Alcocer, llega a fines del siglo XVIII convirtiéndose en el personaje de la leyenda que fue el Conde de Valenciana. Hay pocas referencias de este personaje, pero Don Antonio Cortes en su obra “La Valenciana”, cita a Ricardo Ortega y Pérez Gallardo diciendo que un ascendiente de Antonio Obregón, nativo de burgos, Don Bernardino de Obregón funda en 1568 una congregación y un hospital para desvalidos[2].
Cuando don Antonio de Obregón se enriquece con los productos de mina y el virrey Bucareli tramita ante Carlos III el ennoblecimiento del futuro Conde de Valenciana, el despacho del reinado encargado de la investigación hace un árbol genealógico de Antonio de Obregón para certificar su pureza de sangre.
En el árbol genealógico de los Condes de Valenciana que obra en el poder de la fundación, los ascendientes Obregones del que será el futuro Conde de Valenciana se remontan a sus tatarabuelos -alrededor de 130 años antes de su ennoblecimiento- lo cual se debe datar a mediados del siglo XVII y su antecedente inmediato provenía de la bisabuela materna, que en descendencia había caído a menos[3]. Su origen real es un misterio, ya que no se reconoce que perteneció a una familia distinguida emigrada hacia fines del siglo XVII a la Nueva España[4].
Hacia el último tercio del  siglo XVIII, Antonio de Obregón y Alcocer se casó en Guanajuato con doña Guadalupe de la Barrera y Torrescano, la que le dio tres hijos: Antonio, María Ignacia y Gertrudis Obregón y de la Barrera. Antonio Cortes en una obra cita que: “Don Antonio de Obregón vino muy joven al país y que debido a su honradez y buen comportamiento se granjeo la protección de sus amigos, que le facilitaron dinero para arriesgarlo en una mina emborrascada que era su obsesión, era esta una conocida con el nombre de Alcabuco, la que estaba convertida en nido de murciélagos y habitada por contrabandistas de la época”.

No se conoce bien cuántos años excavó en lo que hoy es la Valenciana, pero más de una vez agotó recursos económicos más no el empeño. Sabemos que en 1761 se asoció con Pedro Luciano Otero, minero de Rayas, quien proporcionó dinero para continuar la excavación. Sin embargo, no fue sino hasta 1768, cuando las excavaciones alcanzaron los 80 metros de profundidad, que se toparon con la veta argentífera más grande que ha dado México y en la que su momento fue la más rica del mundo. Antonio de Obregón tenía entonces 48 años de edad y empezó a amasar una cuantiosa fortuna[5].

En la medida que los trabajos de la mina se profundizaban la extracción de plata se fue haciendo cada vez mayor, y ya en 1771 se extrajeron enormes cantidades de ella.  Los mejores testimonios de la riqueza de la mina los encontramos en los comentarios y estudios que al respecto hizo el curiosísimo Barón de Humboldt quien refiere que desde 1771 hasta 1804 (fecha en la que Humboldt salió de la Nueva España): La mina de la Valenciana había dejado anualmente un producto mayor de $2,800.000 duros, habiendo años en que la utilidad limpia de los dueños de la mina (Obregón y Otero) habían tenido una utilidad anual superior al millón doscientos mil pesos”[6].

En relación con la riqueza de la mina y de la región observa el mismo Humboldt:  “es una preocupación muy general en Europa la que en México y el Perú, son sumamente comúnes las grandes masas de plata nativa, y en general las minas de plata. Contienen allí más onzas o más marcos de plata por quintal, que los minerales secos de la Sajonia o de Hungría. Imbuido yo de esta misma preocupación, cuando llegue a las cordilleras, me encontré que el número de las minas pobres excede mucho al de las que en Europa llamamos ricas. El viajero que visita la famosa mina de la Valenciana en México, después de haber examinado los criaderos metálicos de Clausthal, Friberg, y Shemnitz, le cuesta trabajo el concebir como una veta que en gran parte de su ancho encierra la plata sulfúrea, diseminada en la matriz en partículas casi imperceptibles, pueda dar por mes 30,000 marcos, esto es una cantidad de plata igual a la que producen todas las minas de Sajonia en un año…”

En cuanto a los trabajos que se efectuaban en las minas el mismo Humboldt refiere: “que en la mayor  parte de las minas se hacen muy bien la obra a la barrena debido a la destreza del obrero (barretero) aunque el mazo que se usaba era pesado, y que debido a lo poco profundo del agujero del barreno se perdía mucha pólvora; así la mina de Valenciana ha consumido, del año 1794 al de 1802 por valor de 673,676 pesos de pólvora, y las minas de la Nueva España necesitan en el día de 12 a 14,000 quintales: siendo muy probable que mas del tercio de esta cantidad de gasta inútilmente. En el interior de las minas se hallan colocadas algunas fraguas pequeñas móviles para volver a forjar la punta de las barrenas que se ponen inservibles. He contado 16 de estas fraguas en la mina de Valenciana… esta disposición es muy útil, especialmente en una minas en que se ocupan hasta 15,000 operarios, y en las cuales por consiguiente es inmenso el consumo de acero… el minero que se ha educado en las minas de Freigburg, acostumbrado a ver en práctica tantos y tan ingeniosos medios de acarreo, se persuade con dificultad de que las colonias españolas, en donde los minerales son pobres pero abundantísimos, se transporte a lomo del hombre todo metal que se saca de la veta. Los indios tenateros, a quienes puede considerarse como las acémilas de las minas de México, están cargados durante seis horas con un peso de 225 a 350 libras. En los cañones de Valenciana y de Rayas respiraban además dentro de una temperatura de 22 a 25 grados; suben y bajan en dicho tiempo muchos miles de escalones por tiros que tienen 45 de inclinación o echado. Los tenateros llevan el mineral en costales de hilo de pita, para no herirse las espaldas (porque los mineros están comúnmente desnudos hasta la cintura) ponen debajo del saco una frazada de lana. Se encuentran en las minas filas de cincuenta a sesenta de estos mozos de carga, entre los cuales hay viejos sexagenarios y muchachos de diez a doce años. Para subir las escaleras echan el cuerpo adelante y se apoyan en un palo que solo tiene 3 cm de largo, caminan haciendo eses, porque dicen que  la experiencia le ha enseñado, que padece menos su respiración cuando cortan oblicuamente la corriente de aire que entra de afuera por los tiros. “

Continua Humboldt: “No se cansa uno de admirar la fuerza muscular de los tenateros indios y mestizos de Guanajuato, especialmente cuando se encuentra fatigadísimo al salir de la mayor profundidad de la mina de la valenciana sin estar cargado de peso alguno.los tenateros cuestan a los dueños de esta mina  mas de tres mil duros semanales, porque se encuentran tres hombres destinados a conducir los minerales a los despachos, por cada barrenador que hace saltar la matriz por medio de pólvora. Estos gastos enormes de conducción podrían disminuirse acaso en sus tercios, si las obras de laborío se comunicasen por medio de pozos interiores (rollsehacht) o de cañones capaces para la conducción en carretón y con perros. Algunos rompimientos bien entendidos facilitaran la extracción de los minerales y la circulación del aire, y excusarían esa multitud de tenateros cuyas fuerzas pueden emplearse de un modo mas útil para la sociedad, y menos perjudicial para la salud de los individuos.

“Desde muy antiguo se sirven de mulos en lo interior de las minas de México; en las rayas bajan estos animales todas las montañas sin guías y en la oscuridad por escalones hechos de un tiro que tiene de inclinación de 42-46 grados. Los mulos se distribuyen por si mismos en los diferentes sitios en que están colocadas las norias, y su andar están seguro, que un minero  acostumbran, hace algunos años, a entrar y salir de la mina montado en un mulo”… “el trabajo del minero es absolutamente  libre en todo el reino de la Nueva España ; a ningún indio ni mestizo se puede forzar a dedicarse al laborío de las minas. Es falso, por mas que esta especie se haya repetido en los libros de mas reputación, que la corte de Madrid envié presidiarios a la América para trabajar en las minas de oro y plata. Los malhechores rusos han poblado las minas de Siberia; pero en las españolas es felizmente desconocido este castigo  siglos hace. El minero mexicano es el que esta mejor pagado entre todos los mineros;  gana a lo menos de 25 a 30 pesetas por semana de seis días, cuando el jornal de los que trabajan al aire libre, por ejemplo, en la agricultura, es de 8 pesetas en la mesa central, de nueve y media cerca de las costas. Los tenarios y faeneros, cuyo oficio es conducir los minerales a los despachos ganan muchas veces más de 6 pesetas por su jornal de 6 horas. La buena no esta común entre los mineros mexicanos como entre los alemanes y suecos, y se valen de mil ardides para robar los minerales que son muy ricos. Como están casi desnudos, y se les registra de la mina del modo mas indecente, ocultan pedacitos de plata nativa, o plata cornea entre el pelo de los sobacos o en la boca, colocando también en el ano cilindros de arcilla llenos de metal, a que llaman longanas, de las cuales algunas tienen 13 cm. de largo. Es un triste espectáculo ver en las grandes minas de México, centenares de operarios, entre los cuales hay algunos hombres de bien, precisados a dejarse registrar al salir del tiro o del cañón. Se toma nota de los minerales que se hallan en el pelo, en la boca o en otra parte del cuerpo del minero. En Guanajuato,  en sólo la mina de valenciana, el valor de estos minerales robados, una gran parte de ellos por medio de las,  longanas, ascendía, desde 1774 a 1787, a la suma de 180,000 duros”.

Humboldt que se dió tiempo para entrevistarse con Antonio de Obregón refiere: “Conservó en medio de sus inmensas riquezas aquella sencillez de costumbres y franqueza de carácter que le distinguían en tiempos menos felices”.

Hoy encontramos en muy buenas condiciones este sitio, aunque ya no funcione como mina. Es un agradable espacio que ofrece servicios de restaurante y atención turística. En donde se sitúa ahora el bar, era el almacén de pólvora. En el segundo piso se encuentra un pequeño museo y en cada rincón se exponen objetos relacionados con la minería, que le dio tanta fama y riquezas a Guanajuato en el virreinato. 

En conclusión Bocamina San Ramón es una antigua hacienda que en su ambiente se puede revivir la historia que cuenta los esfuerzos realizados por todos aquellos mineros que vivieron una dura vida durante los siglos XVI a XVIII excavando día a día para obtener metales como el oro y la plata. Es una mina que tuvo una profundidad de 350 metros, y es aquí donde se descubrió la veta madre, por lo que fue el detonante de otras minas. Realizar una visita a este lugar es toda una aventura para quienes desean conocer los rastros sobre las rocas de esta antigua actividad económica que propició el esplendor de Guanajuato en el siglo XVIII como productor de plata.

Consultar
Mina La Valenciana, Guanajuato


[1] Canudas Sandoval, Enrique (2005). Las venas de plata en la historia de México. Síntesis de histoghkr tee tee voria económica siglo XIX, volumen III. Villahermosa: Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. ISBN 970-94243-3-5.
[2] Don Bernardino de Obregón en 1568, renunciaba a la vida cómoda y fastuosa, para dedicarse a la misión de cuidar a los enfermos menesterosos. Fue así que fundó en Madrid, con sus bienes, una congregación religiosa: la de los Hermanos Obregones, que hasta la fecha conserva el nombre. De igual modo estableció en Lisboa un asilo de niños y organizó en la península los servicios de hospitales dedicados a ellos
[3] No era un hecho raro que esto sucediera con la nobleza española. Ochocientos años de ocupación mora habían dejado sin riquezas y propiedades a todas las ramas laterales de la nobleza existentes antes de la invasión.
[4] Uribe Salas, José Alfredo (2010). Historia económica y social de la Compañía y Cooperativa Minera Las Dos Estrellas, en El Oro y Tlalpujahua, 1898-1959. Madrid: CSCIC -Departamento de Publicaciones. ISBN 978-840-009-237-5
[5] Sánchez Rangel, Óscar (2010). «La última etapa de una empresa minera familiar en Guanajuato. La antigua Casa Rul (1898-1903)». Legajos (México: Archivo General de la Nación) (4): 13-42. ISSN 0185-1926
[6] Humboldt, Alexander von (1822). Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. París: Casa de Rosa. Consultado el 25 de agosto de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario