A un costado del templo de San Cayetano en Valenciana encontramos la Bocamina de San Ramón, de la que se dice, fue el lugar donde se descubrió la veta madre, en el año de 1548. Aquí se encontraba el tiro de San Ramón, que fue vendido a los herederos del Conde de Valenciana y a los Otero, quienes reconstruyeron el lugar con grandes muros y profundizaron el tiro mencionado. A partir de 1825 la mina paso a la compañía Anglo-Mexican Company Limited.
Hoy es un museo temático que nos habla de la
historia de la mina y de un personaje que es Antonio
Obregón y Alcocer. Se dice que una vez que se concluyó la
conquista, los
conquistadores y quienes les siguieron se transformaron en gambusinos en la
búsqueda de vetas de mineral de oro y plata.






Hacia
el último tercio del siglo XVIII, Antonio de Obregón y Alcocer se casó en
Guanajuato con doña Guadalupe de la Barrera y Torrescano, la que le dio tres
hijos: Antonio, María Ignacia y Gertrudis Obregón y de la Barrera. Antonio
Cortes en una obra cita que: “Don
Antonio de Obregón vino muy joven al país y que debido a su honradez y buen
comportamiento se granjeo la protección de sus amigos, que le facilitaron
dinero para arriesgarlo en una mina emborrascada que era su obsesión, era esta
una conocida con el nombre de Alcabuco, la que estaba convertida en nido de
murciélagos y habitada por contrabandistas de la época”.

En
la medida que los trabajos de la mina se profundizaban la extracción de plata
se fue haciendo cada vez mayor, y ya en 1771 se extrajeron enormes cantidades
de ella. Los mejores testimonios de la riqueza de la mina los encontramos
en los comentarios y estudios que al respecto hizo el curiosísimo Barón de
Humboldt quien refiere que desde 1771 hasta 1804 (fecha en la que Humboldt
salió de la Nueva España): La
mina de la Valenciana había dejado anualmente un producto mayor de $2,800.000
duros, habiendo años en que la utilidad limpia de los dueños de la mina
(Obregón y Otero) habían tenido una utilidad anual superior al millón
doscientos mil pesos”[6].
En
relación con la riqueza de la mina y de la región observa el mismo Humboldt:
“es una preocupación
muy general en Europa la que en México y el Perú, son sumamente comúnes las
grandes masas de plata nativa, y en general las minas de plata. Contienen allí
más onzas o más marcos de plata por quintal, que los minerales secos de la
Sajonia o de Hungría. Imbuido yo de esta misma preocupación, cuando llegue a
las cordilleras, me encontré que el número de las minas pobres excede mucho al
de las que en Europa llamamos ricas. El viajero que visita la famosa mina de la
Valenciana en México, después de haber examinado los criaderos metálicos de
Clausthal, Friberg, y Shemnitz, le cuesta trabajo el concebir como una veta que
en gran parte de su ancho encierra la plata sulfúrea, diseminada en la matriz
en partículas casi imperceptibles, pueda dar por mes 30,000 marcos, esto es una
cantidad de plata igual a la que producen todas las minas de Sajonia en un
año…”
En
cuanto a los trabajos que se efectuaban en las minas el mismo Humboldt refiere:
“que en la mayor parte
de las minas se hacen muy bien la obra a la barrena debido a la destreza del
obrero (barretero) aunque el mazo que se usaba era pesado, y que debido a lo
poco profundo del agujero del barreno se perdía mucha pólvora; así la mina de
Valenciana ha consumido, del año 1794 al de 1802 por valor de 673,676 pesos de
pólvora, y las minas de la Nueva España necesitan en el día de 12 a 14,000
quintales: siendo muy probable que mas del tercio de esta cantidad de gasta
inútilmente. En el interior de las minas se hallan colocadas algunas fraguas
pequeñas móviles para volver a forjar la punta de las barrenas que se ponen
inservibles. He contado 16 de estas fraguas en la mina de Valenciana… esta
disposición es muy útil, especialmente en una minas en que se ocupan hasta
15,000 operarios, y en las cuales por consiguiente es inmenso el consumo de
acero… el minero que se ha educado en las minas de Freigburg, acostumbrado a
ver en práctica tantos y tan ingeniosos medios de acarreo, se persuade con
dificultad de que las colonias españolas, en donde los minerales son pobres
pero abundantísimos, se transporte a lomo del hombre todo metal que se saca de
la veta. Los indios tenateros, a quienes puede considerarse como las acémilas
de las minas de México, están cargados durante seis horas con un peso de 225 a
350 libras. En los cañones de Valenciana y de Rayas respiraban además dentro de
una temperatura de 22 a 25 grados; suben y bajan en dicho tiempo muchos miles
de escalones por tiros que tienen 45 de inclinación o echado. Los tenateros
llevan el mineral en costales de hilo de pita, para no herirse las espaldas
(porque los mineros están comúnmente desnudos hasta la cintura) ponen debajo
del saco una frazada de lana. Se encuentran en las minas filas de cincuenta a
sesenta de estos mozos de carga, entre los cuales hay viejos sexagenarios y
muchachos de diez a doce años. Para subir las escaleras echan el cuerpo
adelante y se apoyan en un palo que solo tiene 3 cm de largo, caminan haciendo
eses, porque dicen que la experiencia le ha enseñado, que padece menos su
respiración cuando cortan oblicuamente la corriente de aire que entra de afuera
por los tiros. “
Continua
Humboldt: “No se cansa uno
de admirar la fuerza muscular de los tenateros indios y mestizos de Guanajuato,
especialmente cuando se encuentra fatigadísimo al salir de la mayor profundidad
de la mina de la valenciana sin estar cargado de peso alguno.los tenateros cuestan
a los dueños de esta mina mas de tres mil duros semanales, porque se
encuentran tres hombres destinados a conducir los minerales a los despachos,
por cada barrenador que hace saltar la matriz por medio de pólvora. Estos
gastos enormes de conducción podrían disminuirse acaso en sus tercios, si las
obras de laborío se comunicasen por medio de pozos interiores (rollsehacht) o
de cañones capaces para la conducción en carretón y con perros. Algunos
rompimientos bien entendidos facilitaran la extracción de los minerales y la
circulación del aire, y excusarían esa multitud de tenateros cuyas fuerzas
pueden emplearse de un modo mas útil para la sociedad, y menos perjudicial para
la salud de los individuos.
“Desde muy antiguo se sirven de mulos en lo interior de las
minas de México; en las rayas bajan estos animales todas las montañas sin guías
y en la oscuridad por escalones hechos de un tiro que tiene de inclinación de
42-46 grados. Los mulos se distribuyen por si mismos en los diferentes sitios
en que están colocadas las norias, y su andar están seguro, que un minero
acostumbran, hace algunos años, a entrar y salir de la mina montado en un
mulo”… “el trabajo del minero es absolutamente libre en todo el reino de
la Nueva España ; a ningún indio ni mestizo se puede forzar a dedicarse al
laborío de las minas. Es falso, por mas que esta especie se haya repetido en
los libros de mas reputación, que la corte de Madrid envié presidiarios a la
América para trabajar en las minas de oro y plata. Los malhechores rusos han
poblado las minas de Siberia; pero en las españolas es felizmente desconocido
este castigo siglos hace. El minero mexicano es el que esta mejor pagado
entre todos los mineros; gana a lo menos de 25 a 30 pesetas por semana de
seis días, cuando el jornal de los que trabajan al aire libre, por ejemplo, en
la agricultura, es de 8 pesetas en la mesa central, de nueve y media cerca de
las costas. Los tenarios y faeneros, cuyo oficio es conducir los minerales a
los despachos ganan muchas veces más de 6 pesetas por su jornal de 6 horas. La
buena no esta común entre los mineros mexicanos como entre los alemanes y
suecos, y se valen de mil ardides para robar los minerales que son muy ricos.
Como están casi desnudos, y se les registra de la mina del modo mas indecente,
ocultan pedacitos de plata nativa, o plata cornea entre el pelo de los sobacos
o en la boca, colocando también en el ano cilindros de arcilla llenos de metal,
a que llaman longanas, de las cuales algunas tienen 13 cm. de largo. Es un
triste espectáculo ver en las grandes minas de México, centenares de operarios,
entre los cuales hay algunos hombres de bien, precisados a dejarse registrar al
salir del tiro o del cañón. Se toma nota de los minerales que se hallan en el
pelo, en la boca o en otra parte del cuerpo del minero. En Guanajuato, en
sólo la mina de valenciana, el valor de estos minerales robados, una gran parte
de ellos por medio de las, longanas, ascendía, desde 1774 a 1787, a la
suma de 180,000 duros”.
Humboldt
que se dió tiempo para entrevistarse con Antonio de Obregón refiere: “Conservó en medio de sus inmensas
riquezas aquella sencillez de costumbres y franqueza de carácter que le
distinguían en tiempos menos felices”.
Hoy encontramos en muy buenas condiciones este
sitio, aunque ya no funcione como mina. Es un agradable espacio que ofrece
servicios de restaurante y atención turística. En donde se sitúa ahora el bar,
era el almacén de pólvora. En el segundo piso se encuentra un pequeño museo y
en cada rincón se exponen objetos relacionados con la minería, que le dio tanta
fama y riquezas a Guanajuato en el virreinato.
En conclusión Bocamina San Ramón es una antigua hacienda
que en su ambiente se puede revivir la historia que cuenta los esfuerzos
realizados por todos aquellos mineros que vivieron una dura vida durante los
siglos XVI a XVIII excavando día a día para obtener metales como el oro y la
plata. Es una mina que tuvo una profundidad de 350 metros, y es aquí donde se
descubrió la veta madre, por lo que fue el detonante de otras minas. Realizar
una visita a este lugar es toda una aventura para quienes desean conocer los
rastros sobre las rocas de esta antigua actividad económica que propició el
esplendor de Guanajuato en el siglo XVIII como productor de plata.
Consultar
Mina La Valenciana,
Guanajuato
[1] Canudas Sandoval, Enrique (2005). Las venas de plata en la
historia de México. Síntesis de histoghkr tee tee voria económica siglo XIX,
volumen III. Villahermosa: Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. ISBN 970-94243-3-5.
[2] Don Bernardino
de Obregón en 1568, renunciaba a la vida cómoda y fastuosa, para dedicarse a la
misión de cuidar a los enfermos menesterosos. Fue así que fundó en Madrid, con
sus bienes, una congregación religiosa: la de los Hermanos
Obregones,
que hasta la fecha conserva el nombre. De igual modo estableció en Lisboa un
asilo de niños y organizó en la península los servicios de hospitales dedicados
a ellos
[3] No era un hecho
raro que esto sucediera con la nobleza española. Ochocientos años de ocupación
mora habían dejado sin riquezas y propiedades a todas las ramas laterales de la
nobleza existentes antes de la invasión.
[4] Uribe Salas, José Alfredo (2010). Historia económica y social
de la Compañía y Cooperativa Minera Las Dos Estrellas, en El Oro y Tlalpujahua,
1898-1959. Madrid: CSCIC -Departamento de Publicaciones. ISBN 978-840-009-237-5
[6] Humboldt, Alexander von (1822). Ensayo político sobre el
reino de la Nueva España. París: Casa de Rosa. Consultado el 25 de agosto de 2012
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